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02 septiembre, 2007

Corriendo entre topillos

Todo llega y todo pasa. Ya estamos en septiembre y mañana regreso al colegio.
Echo la vista hacia atrás y recuerdo un día de entrenamiento en un pueblo soriano, uno de esos pueblos en la Comunidad de Castilla-León plagado de topillos.
Aquella mañana me levanté temprano para iniciar la carrera por una carretera solitaria.
Comienzo a un ritmo suave hasta que el cuerpo se va adaptando al esfuerzo para ir acelerando la marcha progresivamente. Me lo tomo con calma y aprovecho para disfrutar del paisaje.
El sol va apareciendo por el horizonte y lentamente va iluminado el día.
Escucho el alegre canto de los pajarillos y mucho más alto, en el cielo azul, veo aves rápaces más grandes que estos diminutos pajarillos, aunque no puede precisar de qué especie se trata.
Avanzo por la carretera la cual está bordeada por los campos de cereales y aquí comienzan a surgir los inseparables compañeros de esta marcha mañanera.
Llevaba varios minutos escuchando extraños ruiditos que aparecían cada vez que daba una nueva zancada. Me imaginaba que sería algún animalillo que se arrastraba entre las espigas. Hasta que llegó el momento en el cual un primer topillo se me cruzó en mi camino. Me asusté un poco porque no me lo esperaba pero luego me acostumbré a esta situación y realicé todo el recorrido acompañado por estos diminutos y famosos roedores.
Acabé el suave entrenamiento. Llego al pueblo dejando atrás el camino soleado bordeado por los campos de cereales. Me ducho y luego me siento en el sofá para descansar tras el esfuerzo. Y una vez más me viene la imagen de aquel intrépido topillo que se me cruzó en el camino cuando corría por una carretera solitaria.

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