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20 diciembre, 2010

LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO


Esta es la historia de Colin Smith, un joven de clase obrera, que se crió en un barrio humilde de Nottingham, en el seno de una familia con escasos valores éticos, su padre un alcohólico que dilapidaba su sueldo en whisky, falleció siendo el todavía niño, su madre siempre acompañada de hombres que nunca verían en el un hijo.
Las malas compañías y su alma rebelde le llevo por el camino fácil de la delincuencia. Un día comete un robo en una panadería y es descubierto por la policía y condenado a cumplir condena en un reformatorio.
“Col” era un chaval alto y delgado y el director de la institución pronto descubrió que tenía un don innato como corredor de fondo.
Siempre había sido un buen corredor, rápido y de zancada larga, correr era algo natural para el, en especial cuando le tocaba huir de la policía, pero aquel día, a pesar de correr muy rápido no consiguió evitar que le atraparan.
Pronto consiguen convencerle y empieza a entrenar en el equipo de la penitenciaria, en sus largas sesiones de entrenamiento, reflexiona sobre su vida anterior, intentando comprender lo que le había llevado a ser quien era.
Al poco tiempo se convirtió en el favorito del director, en la esperanza para ganar la prestigiosa carrera de campo a través que se celebraba entre las mejores promesas del atletismo del país
Colin, entrenaba y entrenaba, no le importaban las inclemencias del tiempo, correr le hacia libre, le hacia sentirse bien, además ganar aquella carrera suponía una rebaja considerable en su condena.
En una lluviosa y fría mañana de diciembre, alientos agitados y miradas vigilantes esperaban inquietos la salida, sonó el disparo y se activaron violentamente todos los resortes, rápidamente nuestro protagonista se coloco en cabeza tirando del grupo, los pies se hundían profundamente en el barro, tras la primera milla, solo un corredor aguantaba aquel ritmo infernal, en el siguiente repecho el ultimo rival entrego la cuchara, Colin a falta de cinco vueltas transitaba en solitario, acompañado únicamente del chapoteo de sus pies al impactar con el agua, la lluvia incesante empapaba su cuerpo envuelto en vapor, mientras sus pensamientos le conducían a la victoria y lo que esta significaba, el éxito, la libertad. Las vueltas iban sucediéndose y los gritos del publico fluían entre un bosque de paraguas negros, cuando atravesó la línea de meta a falta de una vuelta, giro la cabeza hacia el palco y pudo ver al director en pie, aplaudiendo orgulloso una inminente victoria, habia conseguido reinsertar a aquel muchacho.
Aquella eufórica semblanza, le devolvió repentinamente a su realidad, despertándolo de aquel sueño en el que estaba inmerso. De pronto se sintió como una marioneta a la que se manipula al antojo, convertido en galgo ganador de alguien ajeno a su pasado e indiferente a su futuro, al margen de sus problemas cotidianos, alguien que solo busca egoístamente su propio éxito. Estos pensamientos inundaban su mente envueltos en gotas de lluvia y le acompañaron durante la ultima vuelta, a escasos cien metros para cruzar la meta acortó sus zancadas y comenzó a caminar con la mirada clavada en el rostro estupefacto del director, el rumor de los espectadores empezaba a ser cada vez mas fuerte a medida que el segundo clasificado iba aproximándose, con un gesto de orgullo y lleno de rabia, se detuvo en la línea de meta sin apartar la mirada, todavía atónita del director, viendo como su pupilo era rebasado en línea de meta por sus perplejos rivales.
Era muy consciente que esta decisión, le obligaria a cumplir íntegramente su condena y que le complicaria mucho la vida durante los meses que le restaban de cautiverio, estas serian las consecuencias de su osadía.
Inconscientemente, su mente habia forjando la estructura de aquel espíritu rebelde durante aquellos interminables entrenamientos, donde los pensamientos eran su única compañía en la inmensa soledad del corredor de fondo.
Relato basado en la pelicula del mismo titulo e inspirado en una carrera donde no encontre compañia.

1 comentario:

Manuel Díaz dijo...

Bonita historia. Bella y triste a la par; como la vida misma. Lo único que no reconozco a Colin en esa foto. Recuerdo aquella otra historia en la que no me comía un colín, pero esos fueron otros tiempos. Sigue corriendo y que no te abrumen los oscuros pensamientos.